Entre la etiqueta y la empatía: el rol del docente ante el TDAH y TDA

Como cada mañana me subo al auto del compañero que le corresponde según indica nuestro grupo de WhatsApp “Rol de viaje” para dirigirnos a la escuela; en ese trayecto, junto a mis colegas, compartimos anécdotas, inquietudes y reflexiones sobre nuestra labor docente. En medio de risas, cuestionamientos y preocupaciones, surge un tema recurrente: el desafío de atender estudiantes con Trastorno por Déficit de Atención (TDA) y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH); en el cual, nos preguntamos: ¿cómo equilibrar la necesidad de mantener el orden en el aula, comprendiendo y apoyando a estos alumnos? 

En la comunidad donde laboro, cada jornada escolar se convierte en un reflejo de los retos sociales y educativos que enfrenta nuestro país. Entre los más visibles se encuentran el alcoholismo y la drogadicción presentes en algunos hogares de nuestros estudiantes, mismos que influyen directamente en su desempeño académico y conducta; dichos contextos, sumados a la falta de diagnósticos oportunos (en gran medida por la ausencia de especialistas, así como de información en esta comunidad), provocan que, aunque varios alumnos presenten signos evidentes de TDA o TDAH, en su mayoría, no han sido confirmados y por tanto tratados.

A menudo, como profesores nos vemos rebasados por situaciones donde no hay claridad sobre si estamos ante un niño con necesidades educativas especiales, con problemas familiares, o simplemente ante un alumno inquieto; y es ahí, donde surge el dilema: ¿actuamos desde la etiqueta que marca el reglamento escolar o desde la empatía que exige nuestra vocación?

El problema, se agudiza porque no todos los docentes contamos con la formación adecuada o el acompañamiento para detectar e intervenir en estos casos, donde esta falta de recursos y personal especializado complica aún más la atención; en medio de esta realidad, muchos profesores terminamos interpretando estas conductas como indisciplina, aplicando medidas, que lejos de ayudar terminan excluyendo al alumno. Esta situación se convierte en una carga emocional para los docentes y un obstáculo para el pleno desarrollo de los estudiantes que necesitan una atención diferenciada, adaptada e inclusiva.

La escuela como reflejo de la sociedad, reproduce cuestiones positivas y negativas; en este entorno, los docentes desempeñamos un rol complejo cuando se trata de estudiantes con TDA o TDAH, en el cual, aunque la empatía es una poderosa herramienta, también es cierto que la estructura educativa muchas veces nos obliga a priorizar la norma por encima de las necesidades de cada alumno. El dilema, se hace evidente cuando tenemos que decidir entre seguir el reglamento o flexibilizarlo para poder atender a un niño que simplemente no puede quedarse quieto o concentrarse por mucho tiempo.

El TDAH es, según Sauceda García: “el síndrome neuroconductual más común en la niñez y puede continuar a través de la adolescencia y la edad adulta” (2014, p. 15). Sin embargo, en muchas escuelas rurales de México ni siquiera se reconoce su existencia, mucho menos se cuenta con estrategias, materiales o personal como institución para brindar una atención de calidad; por ello, es comúnmente utilizada la etiqueta de “niño problema”.

La falta de capacitación y acompañamiento docente, agrava dicha situación, Molinar y Cervantes indican que: “los maestros nos sentimos frustrados, porque en muchas ocasiones no estamos preparados, o no fuimos formados para dar atención a tanta problemática que se nos presenta en el grupo” (2021, p. 94). Es decir, lejos de integrar, se fomenta la separación y aislamiento de estos estudiantes, lo cual no compagina con lo que la Nueva Escuela Mexicana exige, la inclusión educativa.

Aún con ello, existen alternativas, según Alfonzo y Gutiérrez es necesario: 

Ayudar a los directivos y docentes a comprender las directrices principales de la Educación Socioemocional para que lo ejecuten con acciones de fondo como la transversalidad en el ambiente escolar, que impacte en el desarrollo personal y social de los estudiantes en especial de los alumnos con TDAH. (2022, p. 133). 

Esta propuesta coincide con mi experiencia, ya que, al acercarme a mis alumnos desde el entendimiento, el apoyo, la paciencia y no desde la exigencia, los avances son más visibles, aunque no siempre son cuantificables, por lo que la comunicación y cooperación con los padres de familia es fundamental para tener resultados favorables.

Además, existe una realidad que no podemos ignorar, las condiciones sociales también inciden en la conducta de los estudiantes. En mi comunidad escolar, muchos niños provienen de hogares donde existe violencia, alcoholismo o abandono; como lo señala Otero de C. (2018) el contexto familiar influye significativamente en la expresión del TDAH, siendo un factor que puede acrecentar los síntomas o dificultar los tratamientos. A partir de ello, el reto no es solo pedagógico sino también humano, en el que necesitamos entender que el alumno con TDA o TDAH no está desafiando nuestra autoridad por voluntad, sino que muchas veces se encuentra luchando con un cerebro que no le responde como él quisiera; por ende, si como docentes no somos capaces de ver más allá de la conducta, estaremos fallando no solo como educadores, sino como adultos responsables del bienestar de la niñez que atendemos.

Por tanto, debemos buscar los apoyos necesarios de especialistas, autoridades y principalmente el fomento de una buena comunicación apoyados por los padres de familia; ello, para lograr una educación inclusiva y de calidad, demarcada en el artículo tercero constitucional de nuestro país.

En nuestra labor docente, diariamente enfrentamos el reto de atender a estudiantes con diversas necesidades, donde es fundamental el equilibrio entre mantener la disciplina y mostrar empatía hacia quienes presentan TDA o TDAH, lo cual, aunque no es algo simple, debemos reconocer la importancia de una formación continua, presentando una actitud empática. Con ello, podemos transformar nuestras aulas en espacios inclusivos donde cada alumno tenga la oportunidad de desarrollarse plenamente.

Como profesores, es nuestro deber seguir capacitándonos y adaptándonos a cualquier contexto en el que laboremos, brindando una educación adecuada a las características y necesidades de nuestros estudiantes.

Referencias: 

Alfonzo Albores, I. y Gutiérrez Carreón, R. E. (2022, enero-junio). Percepciones docentes de la educación socioemocional en la atención de estudiantes con TDAH de nivel primaria en el estado de Aguascalientes. Revista Ra Ximhai, 18(1), 121–135. https://drive.google.com/file/d/1SbRg-IEbxPP-yOtJxEc3DTFc2o9cXugH/view 

Molinar Monsiváis, J. y Cervantes Herrera, A. (2021, abril). Actitudes percibidas en el discurso narrativo docente hacia el alumnado con TDAH. Un estudio de observación indirecta. Revista de Estudios y Experiencias en Educación REXE, 20(42), 85–100. https://www.scielo.cl/pdf/rexe/v20n42/0718-5162-rexe-20-42-87.pdf 

Otero de C., D. M. (2018, febrero). Actitud del docente hacia la integración del niño(a) con trastorno de déficit de atención e hiperactividad desde lo afectivo, cognitivo y conductual. Revista de Investigación Educativa DIALÉCTICA. https://www.eumed.net/rev/cccss/2018/02/trastorno-deficit-atencion.html 

Sauceda García, J. M. (2014, septiembre-octubre). Trastorno por déficit de atención con hiperactividad: un problema de salud pública. Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM, 57(5), 14-19. https://www.medigraphic.com/pdfs/facmed/un-2014/un145c.pdf 

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